Por Leonel H. Rivas | Abriendo Brecha.

Liderazgos de la Primera Repoblación de los campos de refugiados en Mesa Grande, Honduras a El Salvador, el 10 de octubre de 1987, realizan encuentro histórico en Guarjila Chalatenango la mañana del 22 de julio en el marco del 30 aniversario.

En el acto estuvieron presente Agni Castro jefe de la Oficina de ACNUR en EL Salvador, Carlos Castaneda, viceministro de relaciones exteriores de El Salvador; Antonio Baños, Director Nacional de Cáritas El Salvador; entre otras personalidades de iglesias que acompañaron a los refugiados en su acción.

La repoblación de octubre marcó el inicio de una serie de retornos, que permitieron regresar a El Salvador a más de 11 mil refugiados de Mesa Grande, del año 87 al 92 en plena guerra.

El viceministro Castaneda inicia sus palabras pidiendo un fuerte aplauso “por todas aquellas, por todos aquellos, que se nos adelantaron, pero que tuvieron el coraje y la valentía, hace 30 años, en medio de aquellas grandes dificultades por el conflicto interno que vivía nuestro país, por los que ya no están y por los que siguen estando acá, que tuvieron igual responsabilidad, que se la jugaron, que se echaron el trompo a la uña en buen salvadoreño, ver los reasentamientos poblacionales”.

“Al realizar esta conmemoración -del 30 aniversario- nos aseguramos de continuar recordando ¿De dónde venimos y hasta donde podemos llegar? Cuando nos unimos como un sólo pueblo en solidaridad y guiados por la permanente búsqueda de la paz”.

Con ese primer retorno se repobló Santa Marta en Cabañas, Copapayo en Cuscatlán, Las Vueltas y Guarjila en Chalatenango, zonas desbastadas por fuertes operativos militares. En el caso de Santa Marta las 4 repoblaciones fueron en 1987, 1988, 1989 y 1992.

En nombre del gobierno de El Salvador el viceministro afirmó “que lo indispensable es tener presente y reiterar el compromiso del Estado salvadoreño de la no repetición de los mismos” hechos que llevaron a poblaciones enteras al exilio con un costo alto en vidas perdidas.

El jefe de la Oficina de ACNUR, Agni Castro conmocionado y con voz suave, dijo “este es un día particularmente especial para mí. Quien me hubiera dicho en los años 85, cuando yo llegué a La Virtud y después al campamento de San Antonio y después al campamento de Mesa Grande, donde estuve viviendo con muchos de ustedes, que 32 años después me iba a encontrar en esta fecha”.

“Ustedes son unos sobrevivientes, sobrevivieron al conflicto, sobrevivieron la huida, la huida fue muy dura en las condiciones en que llegaban, y llegaron a los campamentos y sobrevivieron y tuvieron toda esa resistencia para vivir en esos campamentos, que por lo menos les dieron la posibilidad de preservar la vida, pero que eran campamentos duros, campamentos cerrados, con alambradas de púas, donde nacieron muchos niños que lo único que vieron en muchos años fue la vida del campamento. Y después los retornos, estuve con ustedes en los retornos”, manifestó.

La situación del país en ese entonces era “muy difícil”, rememora Agni. “Piensen ustedes que la ACNUR en el 85 no tenía derecho de entrar a El Salvador nosotros los dejábamos aquellos que se querían repatriar en la frontera, lo único que podíamos hacer era entregar una lista, el listado de los repatriados en la oficina de migración”.

Muchas personas repatriaron antes del año 87 y lo continuaron haciendo en los años siguientes a El Salvador y otros países de varias partes del mundo.

“Tuve la suerte de poder convivir con ustedes. Empecé amar a El Salvador a través de ustedes y lo sigo amando. Son un ejemplo para América latina, son un ejemplo para sus comunidades, son un ejemplo para la ACNUR de lo que se puede hacer”, señaló.

El director de CÁRITAS El Salvador, quien en ese entonces trabajaba en la Coordinación Ecuménica de Servicio y Ayuda Humanitaria, DIACONIA, encargado en ese entonces del programa “reubicaciones, repoblaciones y repatriaciones”.

Recuerda que “en el mes enero del 87, un equipo de Mesa Grande mandaron una carta al Arzobispado de San Salvador pidiendo que se fuera visitar, porque tenían el plan de retornar. En esa carta había un pedido especial de que la iglesia católica acompañara en un esfuerzo de retorno colectivo. Se organizó una comisión para ir en el mes de febrero. Fuimos: La representación oficial de la iglesia católica fue el padre Jesús Octavio Cruz, Monseñor Urioste, Petrona Arguello, una persona de CRIPDES” y su persona.

Se reunieron “con un equipo que nos dijeron, con ellos se puede hablar y con ellos se puede negociar”, entre quienes estaban “Carlos Bonilla y Bartolo en representación de Santa Marta, Chepe Rivas y Vicente de Copapayo. Allí, había 10 personas porque la repatriación no era para 4 lugares, sino para 5. Nos dijeron que el plan era repatriarse a Las Vueltas, Copapayo, Santa Marta, Arcatao y San Antonio los Ranchos”.

“En el camino, hablando dijimos esto no es una cosa de la iglesia católica solamente. Esto es algo que para logarlo se necesita todas las iglesias, primero. Segundo, se necesita todo el esfuerzo ciudadano, el esfuerzo de organizaciones populares”, y así ocurrió.

El “comunicado de prensa del Centro para Refugiado Centroamericanos”, fechado el 9 de octubre de 1987 afirma: “Confirmaron hoy por la tarde los 4,500 salvadoreños refugiados en campamentos militarizados en Mesa Grande, Honduras, que mantienen su compromiso de seguir adelante con sus planes de salir a las 4:00 de la mañana el sábado con o sin autorización por el gobierno salvadoreño. Ayer, el gobierno salvadoreño y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Ayuda a los Refugiados (ACNUR) se oponían al movimiento de repatriación, pero hoy en día ambas entidades cambiaron de postura y se pusieron de acuerdo en apoyar a la repatriación”.

En ese momento “la pregunta era. ¿Y esto de repatriarse que pase sin pena ni gloria? No. Vamos a ir a catedral y vamos hacer una gran fiesta por Monseñor Romero -dijeron. Pero eso miren está difícil -les dijimos. Si, pero eso es lo que queremos -reafirmaron. De allá vamos a despedir a Santa Marta, Copapayo y Chalate”, ese era el plan o parte del plan.

Las cosas no salieron como estaban previstas. Las comunidades de Chalatenango eran las primeras que iban a entrar, pero el retén militar desvió primero a quienes venían a Santa Marta y luego al resto de comunidades, de tal forma que no pudieron ir a Catedral. “Las fuerzas armadas tenían una posición clarísima de no dejarlos entrar”, asegura.

A Santa Marta llegaron 1008 personas, luego de una serie de retenes, los buses llegaron hasta Ciudad Victoria. “Allí el coronel nos recibió diciendo cosas”, “sólo los camiones llegaron hasta el desvío” con las pertenencias esa noche, la población llegó caminando el siguiente día, 11 de octubre. La comunidad estaba hecha “una completa selva… en siete años de abandono, todo había desaparecido”, recuerda don Bartolo.

Con la misma comienza la etapa de reconstrucción de una comunidad desbastada por la guerra, tarea difícil en aquellas condiciones. Nada de lo que hoy es Santa Marta y lo que será en el futuro se podrá explicar sin tener en cuenta las implicaciones de este hecho sin precedente.

En la segunda parte del evento, luego de escuchar el canto popular del profesor Víctor Torres de Santa Marta, tomaron el micrófono para dar testimonio de sus vivencias: Carlos Bonilla, de Santa Marta; Antonio Dubón, de Las Vueltas y Ángel Serrano, de Guarjila.

Los liderazgos de ese hecho histórico ahora pintan canas treinta años después; pero sus memorias siguen frescas y su compromiso firme. Los acontecimientos de los que formaron parte son para la posteridad y con ellos sus protagonistas.

 

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