Por Leonel H. Rivas

A inicios de 2012 fui al Instituto Schafik Hándal para comprar Legado de un Revolucionario, un texto de lectura obligada para los salvadoreños que valoren la historia y la evolución de la lucha revolucionaria en el país, contada por uno de sus protagonistas más destacados en las últimas décadas, Schafik Jorge Hándal.

Tania Bichkova, mejor conocida como Tania Hándal, compañera de vida de Schafik visitó Santa Marta el 6 de febrero de 2011, para hablar del legado de Schafik, tras cumplirse 5 años de su muerte ese 24 de enero.
El 19 de abril de 2012 le escuché presentar el libro Teoría de la Situación Revolucionaria, también de Schafik, antes de volver a su país de origen, su gran patria, Rusia.
Contenta que alguien de Santa Marta estuviera en el Instituto, preguntó por la comunidad y expresó su profunda admiración por su gente. Hablamos de varias cosas: de Santa Marta, de Schafik, de las elecciones presidenciales de 2004, del partido y del trabajo del Instituto.

Tania compartió algunas valoraciones sobre situaciones internas que no detallaré. Entre otras cosas recuerdo que le preocupaba que el partido apostara por las grandes concentraciones, sobretodo en tiempo de elecciones, con gran inversión de recursos y descuidara el contacto directo con la población y el trabajo de organización de base el resto del tiempo.

La importancia y el poder de la movilización social del pueblo es determinante en toda lucha, pero cabe preguntarse cuánto de ilusión y cuánto de realidad tienen grandes concentraciones en la que tanta fe depositamos sin distinguir entre ellas. Una multitud poco consciente y comprometida con el proyecto político no asegura ninguna victoria ni refleja su capacidad de resistencia. En mi opinión hay de aquellas grandes concentraciones que son una ilusión opulenta y tentadora, pero falsas o insuficientes en todo caso, aunque necesarias en el momento.

Grandes movilizaciones antes, durante y después de los 80, como la del 22 de enero de ese año en El Salvador -la más numerosa de todas-, son ejemplo del trabajo de organización minucioso y la mejor expresión de la toma de conciencia del pueblo que sale a las calles a marchar en condiciones extremadamente difíciles, no sólo por el riesgo que implicaba salir a protestar, también por las adversas condiciones materiales para movilizarse de zonas tan alejadas de la capital, como Santa Marta en Cabañas por ejemplo, de donde también asistieron pobladores ese día.


Histórica movilizadión popular en El Salvador.

Esas grandes movilizaciones eran el manifiesto público del pueblo descontento, pero había algo más sólido que se tejía a la sombra con pulso y determinación, el verdadero campo de batalla se estaba preparando en la clandestinidad y en las montañas, mientras el pueblo desafiaba en las calles al régimen.

Todo lo contrario de lo que ocurre hoy. No hay represión del Estado y las condiciones materiales son enormemente más favorables que para entonces, aun así, las manifestaciones dan pena, salvo las concentraciones de campaña y de gobierno que hasta ahora han movilizado importante cantidad de personas, con la salvedad que esas movilizaciones, motivadas por la euforia del momento, cumplen con su único fin, hacer número de respaldo para la foto.

La falta de trabajo político de organización y concientización dan como resultado esta situación, que se agravia con el hecho que hoy tampoco está claro el epicentro de la lucha en El Salvador, diluida en un montón de intentos reivindicativos, sectorizados y sin agenda común.

Cuidado no centrar la esperanza en una ilusión. Qué para resistir a los embates del enemigo de clase, lo que vemos ocurre en Venezuela, Brasil o Argentina, la lucha requiere de algo más que sólo salir a la calle para escuchar y dar aplausos al dirigente político. La camisa de fuerza que pone el pueblo al régimen tiene necesariamente que ser más potente de lo contrario el reverso parece ser inevitable.
Los gobiernos de izquierda tienen la obligación histórica y moral de distinguirse de los gobiernos de derecha por sus conquistas de fondo, cosa que no se puede lograr, sin el respaldo popular en las calles donde PUEBLO, PARTIDO Y GOBIERNO están unidos.

Hay un error de las fuerzas progresistas que considero pesa como una loza en los reversos que se están teniendo en Latinoamérica donde se alcanzaron gobiernos progresistas, no haber logrado unificar un movimiento social que unido al partido en el gobierno garanticen la defensa, profundidad y continuidad del proyecto político de gobierno.

Es importante saber que, entre la lucha electoral y la lucha armada, hay un enorme espacio donde el movimiento social y el pueblo organizado pueden perfectamente hacer la lucha y lograr lo que muchas veces no logran los políticos por las vías del sistema. Pero ese tejido social y organizativo no va a caer del cielo, toca construirlo y hacerlo andar.

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